Cuba. Hacia el Modo de Producción Socialista.

El sistema socioeconómico cubano permanece invalidado por las relaciones sociales capitalistas del modo de producción e intercambio establecido. La tesis revolucionaria, por disruptiva con el pensamiento condicionado por el orden político burgués, está en reconocer la emancipación del trabajo como fundamento cultural que ha de transformar las relaciones sociales del modo de producción e intercambio llamado a ser socialista.

Una dialéctica del cambio revolucionario trunca.

La transformación social sui géneris que emprende la Revolución cubana logra un cambio de paradigma cultural de la sociedad, que pone a Cuba muy por delante de las sociedades capitalistas latinoamericanas, el entorno geopolítico y geoeconómico que ha signado también su historia de dependencia y subdesarrollo. La proyección sociocultural del cambio revolucionario ha constituido un acto de emancipación trascendental para el pueblo cubano. Más aún, con ello ha logrado hincar el pilar sin el que sistema social alguno puede aspirar al progreso socioeconómico: acceso universal a la educación y la salud de alta calidad. Para entender la razón política que está en la base del problema, piénsese que son esos factores los que propician el alto desarrollo socioeconómico de países capitalistas considerados industrializados y con mejores balances sociales (tómense los países escandinavos). Este pilar social ha estado también en la base de los saltos económicos de países capitalistas subdesarrollados industrialmente (tómense países del sudeste asiático).

Sin embargo, esa fuerza de trabajo calificada, en todas las experiencias capitalistas, incluidas las mencionadas, no pasa de ser un recurso humano desechable por la lógica de reproducción del capital. El desempleo y el subempleo de la fuerza de trabajo calificada constituyen problemas insalvables dado el antagonismo entre trabajo y capital que mueve la economía de mercado, basada en la propiedad privada del capital. El aprovechamiento de las potencialidades del desarrollo técnico y cultural de la fuerza de trabajo en un sistema social que logre superar el antagonismo en las relaciones sociales del modo de producción, en cambio, se torna ilimitado.

Esta constatación le plantea al pensamiento revolucionario un interrogante plausible: si Cuba alcanza ese pilar sine qua non del desarrollo, ¿qué mantiene el país en el interregno que inhibe el círculo virtuoso del desempeño económico y social?.

La razón de fondo está en que no se logra hasta hoy la superación de la naturaleza capitalista del modo de producción que la Revolución hereda en 1959.

Los “problemas que se acumulan”(R. Castro) emanan de las contradicciones orgánicas de un sistema socioeconómico que se pretende hacer socialista funcionando bajo un modo de producción movido por relaciones sociales (neo)capitalistas. La consecuencia política ha resultado en la deriva hacia una concepción de socialismo reñida con la esencia que desde la economía política y la sociología marxiana lo habría de definir: la emancipación del trabajo de su sometimiento al capital. Las relaciones sociales que mueven el modo de producción, aplicables en el modo de producción cubano, mantienen el trabajo como el generador de riqueza, por lo escaza que sea, que no se posee, sino a través de la distribución de una parte determinada por los propietarios/disponentes del capital. Producción y Distribución dejan aquí de ser un par dialéctico, para convertirse en esferas sociales de naturaleza antagónica.

Hemos conocido a la luz del materialismo histórico las ideas de los socialismos pre-marxianos. Desde el socialismo reaccionario que incuba las ideas del socialismo feudal, el socialismo pequeño-burgués, el socialismo “verdadero alemán” hasta el socialismo burguési. Ahora, a la luz del materialismo dialéctico, Marx desmonta definitivamente las ideas del socialismo que en su evolución histórica han querido mantener intocables las relaciones sociales del modo de producción, justo las que determinan la explotación del hombre por el hombre: la explotación del trabajo por el capital. El capital desnudado como expresión de dominio social. Ante lo inexorable de la lucha de los trabajadores por el fruto de su trabajo, no ha quedado otro espacio para el pensamiento político reticente a la idea del socialismo científico que promover la idea de la “repartición justa” del pan y los peces, sin que importe la razón política de la explotación del trabajo: las relaciones sociales del modo de multiplicarlos.

La idea de la distribución como la encarnación del socialismo -de la cual de manera natural se apropia la Revolución, dada la necesidad de saldar la deuda social acumulada por el capitalismo pre existente, compromiso ya contenido en el Programa del Moncada (Fidel, 1953)- Marx la ha conceptuado políticamente como reaccionaria. En ella se soporta lo que define como socialismo vulgar, en su trascendental crítica científica al programa del partido obrero alemán, hace más de un siglo.

El socialismo vulgar – y por intermedio suyo una parte de la socialdemocracia- ha aprendido de los economistas burgueses a considerar y a tratar la distribución como algo independiente del modo de producción, y por tanto, a exponer el socialismo como una doctrina que gira principalmente en torno a la distribución. Una vez que está dilucidada la verdadera relación de las cosas, ¿por qué volver atrás?”.

El reforzamiento en el pensamiento político del Proyecto Socialista cubano sobre la idea de la distribución, ha aprovechado las reflexiones del Líder de la Revolución sobre la crisis social que genera y enfrenta el capitalismo en todos sus espacios geográficos. La única salida está – declara Fidel en su discurso en el Aula Magna de la UH – en distribuir con justicia las riquezas que la tecnología es cada vez más capaz de producir en abundancia. No hay debate popular revolucionario sobre ello, ni en los medios ni en los barrios. La sentencia queda ahí. La referencia en tanto, no puede ser otra que a la “abundancia capitalista”, muy especialmente dada en las crisis de “superproducción”. Puesto que, constatemos, el salto exponencial tecnológico capitalista de los últimos 100 años no ha detenido la expropiación y la concentración geométrica progresiva de la riqueza. No puede hacerlo bajo un modo de producción regido por la mercantilización de las relaciones sociales de producción. De ahí que la noción social en Marx sobre la abundancia se afinque en la visión sobre el futuro comunista, «cuando el trabajo deje de ser un imperativo y la riqueza corra a chorros».

Sin embargo, ante el derrumbe de los sistemas pro-socialistas emergidos de la 2GM en Europa del Este con la Unión Soviética al frente y la transformación que, bajo el credo de „la reasunción del capitalismo como el camino más corto hacia el socialismo”, asumen China y Vietnamii, es el propio Fidel quien esclarece y define la resistencia de la Revolución cubana en la trayectoria que evitará y superará el derrotero (neo)liberal capitalista del “No Hay Alternativa” tatcherista (There Is Not Alternative: TINA) que venía a transformar todos esos proyectos.

El cambiar todo lo que sea necesario cambiar, no se asume en su esencia revolucionaria. La falta de convicción marxiana y leninista del pensamiento revolucionario hace que se instale, cual paradoja del “no hay alternativa”, el reformismo pragmatista como respuesta a la disfuncionalidad estructural y orgánica de la formación socioeconómica cubana. En la conceptuación del socialismo a la que serecurre, prevalece la reiteración y proyección del modelo socioeconómico según la idea del socialismo vulgar, soportada en el modo de producción (neo)capitalista. Es justo bajo esas condiciones donde la postración de las fuerzas productivas vivas del país se hace crónica.

Préstese atención. Con la Revolución ha sido eliminada la apropiación privada exclusiva del capitaliii sin que la fuerza de trabajo sea liberada del mismo. Convertir el capital privado en capital del estado no podía eliminar la causa motora del antagonismo originario capital/trabajo. La contradicción socialismo/capitalismo que plantea la Revolución, por tanto, se enquistaría en contradicciones que vienen a contaminar el modo y las relaciones sociales de producción del nuevo sistema socioeconómico cubano.

Las relaciones sociales de producción e intercambio atadas a las estructuras de un “suedo socialismo de estado” que en realidad no pasa de ser (neo)capitalismo de estado, condenan la emancipación del trabajo y las fuerzas productivas. La fuerza de trabajo seguirá siendo una mercancía, ahora en una relación de enajenación por el capital estatal. El Estado, mediante la intervención política, tendrá que acudir a la regimentación administrativa del movimiento del sistema socioeconómico para mantener “en cintura” el modo de producción (neo)capitalista asumido. La contradicción es económica y socialmente antagónica. La raíz del antagonismo sigue siendo entre capital y trabajo.

La modelación del sistema no funciona como debiera y podría.

No se dan las premisas sistémicas. No puede funcionar eficientemente bajo condiciones que desvertebran las relaciones de participación social, las que hacen del trabajo un factor de identificación y pertenencia política. Así lo demuestra la disfuncionalidad crónica y las crisis recurrentes que lo aquejan. La desidentificación social con el modo de producción del principal factor de las fuerzas productivas, la fuerza de trabajo viva, no propicia la coherencia funcional del modelo. No existe el espacio socioeconómico que haga del trabajo una motivación estimulante de los proyectos de vida del pueblo, de individuos, familias, comunidades. No puede aspirarse, en consecuencia, al desenvolvimiento productivo sostenido y sostenible del país y la sociedad.

No tarda aquí en irrumpir el escepticismo cognitivo en el propio pueblo cubano, como en aquellos pueblos de los llamados «socialismos reales» eurosoviéticos que veían con añoranza el desarrollo capitalista de la Europa Occidental detrás de la “cortina de hierro”. Si la premisa para desencadenar las fuerzas productivas y el desarrollo económico está en la formación de un modo de producción que niega la naturaleza política del modo de producción capitalista, ¿cómo el capitalismo logra el desarrollo de las fuerzas productivas y el avance económico que presenta?. El interrogante apunta al motivo ideológico con que el liberalismo burgués venderá la “libertad” como absoluto y condición de la democracia, y ambas como las ideas y prerrogativas determinantes del desarrollo capitalista.

¿Qué sucede en realidad?. La expansión productiva del sistema económico capitalista se da con la autogestión en el movimiento autónomo de los actores económicos dentro del sistema. La regulación del movimiento de la economía la realiza el mercado. Será un movimiento siempre mediado por el poder de los actores económicos más poderosos bajo la ley de la competencia económica, intrínseca al sistema de propiedad privada del capital. La contradicción antagónica entre capital y trabajo funciona como catalizador de dicho movimiento. El antagonismo de la contradicción se resuelve siempre a favor del capitaliv. A ello responden las relaciones sociales del modo de producción determinadas por el trabajo asalariado.

El movimiento del „libre” mercado que determina la competencia cataliza el desarrollo de las fuerzas productivas y su incidencia en la producción de bienes y servicios. El movimiento autónomo efectivo no se da por la “liberación de las fuerzas productivas”, ese sofisma político del pensamiento liberal burgués, puesto que la fuerza de trabajo permanece sometida por el capital. La igualdad social se suplanta con la falacia política de la igualdad de oportunidades. Los trabajadores se mueven autónomamente en un mercado de trabajo cautivo, que da la oportunidad de elegir cuál será la empresa privada que mejor le extorsionará el valor de su trabajo gracias a la relación asalariada del mismo. La alienación del trabajador que provoca la prevalencia del interés por el lucro de los propietarios impide cualquier identificación del mismo con el sistema. El sentido social de pertenencia se trasmuta en subsistencia individualista en un ecosistema de trabajo regido por la competencia (“la carrera de ratas”) entre todos.

Las empresas desarrollan sus capacidades productivas en pos de las oportunidades de mercado que le permitan la maximización de las ganancias. Toda la ciencia del cálculo financiero de la empresa capitalista responde al objetivo de la satisfacción de las expectativas de beneficios de los dueños (patrones directos y/o accionistas). No hay distinción en ello entre empresa pequeña, mediana o grande. No es el tamaño, es la apropiación privada del capital bajo la que funcionan. “No es de la benevolencia del carnicero, cervecero o panadero de donde obtendremos nuestra cena, sino de su preocupación por sus propios intereses / … / Por regla general, no intenta promover el bienestar público ni sabe cómo está contribuyendo a ello. Prefiriendo apoyar la actividad doméstica en vez de la foránea, solo busca su propia seguridad, y dirigiendo esa actividad de forma que consiga el mayor valor, solo busca su propia gananciaves lo que nos demuestra el padre de la economía política burguesa. El valor de uso, no obstante su objetividad materialista, permanece subordinado siempre en el régimen de propiedad privada del capital al valor de cambio de la mercancía. Esto no es aún la exégesis del materialismo dialéctico en Marx, es la advertencia de A. Smith al principio de todo. La puja por la maximización de las ganancias de los propietarios de las empresas condiciona y determina el movimiento del sistema. Es todo lo que alimenta la lógica de reproducción del capital privado.

El grado de autonomía de los actores económicos (empresas capitalistas y trabajadores) bajo la regulación que ejerce la economía de mercado da la oportunidad de desarrollar facultades y cualidades productivas en constante proceso de superación técnica/tecnológica. Esa es la exigencia de la competencia respondiendo a la tendencia decreciente de las tasas de ganancia que la misma provoca. La satisfacción de la demanda que plantea la diversidad de necesidades (naturales e inducidas) materiales y sociales de individuos, familias y toda la gama de sujetos sociales, entes de la sociedad, es el efecto secundario del sistema productivo movido por la competencia en el juego suma-cero del mercado. El espacio comercial se mantendrá abastecido en cantidad y variedad de productos, obedeciendo al imponderable de lo inelástico(lo compras al precio de la necesidad) / elástico (compras en el balanceo de productos sustitutos) del “mercado del consumidor” (el “mercado del productor” se da en segmentos bajo el dominio del espacio comercial por monopolios y oligopolios). La ineficiencia de este sistema de relaciones socioeconómicas está en los costos marginales – económicos, sociales, ecológicos – que induce el crecimiento económico de carácter ilimitado dada la compulsión del consumo.

La “libertad” que los ideólogos burgueses estarán vendiendo necesita ser un absoluto como la idea hegeliana, no depende de nada más que de ella misma. Si la libertad es un absoluto, es primaria con respecto a la democracia. La democracia no puede ser su condicionante dialéctica, por lo tanto la relación poder/sometimiento entre el trabajo y el capital no determina el carácter de la libertad del individuo en el sistema social. El constructo de la democracia liberal estará armado sobre la sepultura de la emancipación: la igualdad social no existirá más que como discurso político.

La reducción de la noción de democracia a un mecanismo procedimental basado en elecciones o competencia de partidos excluye de la ecuación el ejercicio de la misma al disociarse de las condiciones materiales de sus ciudadanos”vi.

Los trabajadores, y por extensión 4/5 parte de la sociedad, estarán condenados a pedir permiso para vivir al dueño de sus condiciones de vida. ”El hombre que no posea otra propiedad que su propia fuerza de trabajo, en cualesquiera situaciones sociales y culturales, tiene que ser el esclavo de los otros hombres, de los que se han hecho con la propiedad de las condiciones objetivas del trabajo. Solo puede trabajar con el permiso de estos, es decir: solo puede vivir con su permisovii“. La democracia permanecerá reducida por el régimen político del estado capitalista a los designios de la clase burguesa que lo ha conformado y domina. Sistema político multipartidista y democracia representativa parlamentaria estarán legitimando y blindando el poder económico de clase. Separada de su fundamento materialista al mantener el sistema socioeconómico bajo el sometimiento del trabajo al capital, dada la dependencia del trabajador en las relaciones sociales del modo de producción, la democracia se constituye en una antinomia política para el capitalismo.

El empoderamiento del Trabajo

La filosofía política de la transformación socialista del modo de producción encuentra su génesis en el empoderamiento del trabajo. Las relaciones sociales del modo de producción socialista están llamadas a superar el antagonismo estructural de la contradicción entre capital y trabajo. Es lo que permite la emancipación de la fuerza de trabajo de la relación mercantilista que en razón de ello la subordina a la propiedad privada o a cualquier otra forma de apropiación no-social del capital. La autonomía del movimiento del sistema socioeconómico que la emancipación del trabajo vehicula decide el desencadenamiento de las potencialidades productivas de la sociedad. La autonomía del movimiento de la economía se da con la autogestión que permiten las relaciones sociales de producción participativas y protagónicas.

Las ideas de autonomía del movimiento de la economía, autogestión de los sujetos económicos (entes de producción y trabajadores) y propiedad común abortan el preconcepto estatista acerca de las “políticas”, esas que el pensamiento reformista aplica hoy en Cuba como solución a problemas conceptuales sobre la estructuración y la organicidad del sistema socioeconómico y el modo de producción que lo sustenta.

La resignificación de la democracia socialista.

Desde la dialéctica materialista la resignificación de la democracia desmitifica la idea burguesa que considera la democracia el atributo político por antonomasia del sistema capitalista. No puede haber democracia donde el sistema político legitima la monopolización de los medios de trabajo, desde la tierra hasta los medios de producción, es decir, la apropiación exclusiva de las fuentes de vida de la sociedad por el poder económico de una clase social o un ente político institucional como el estado. No será aún Marx quién así lo distinga al principio de la acumulación originaria de capital. “Republicanamente libre solo lo son quienes pueden trabajar en condiciones manejadas por sí mismos”, afirmará Kantviii. Marx remachará: “El esclavo romano era retenido por medio de grilletes; el obrero asalariado está ligado a su propietario por hilos invisiblesix.

Si para el capitalismo ha sido esencial hacer creer a los pueblos que la idea, el concepto y la práctica de la democracia nada tienen que ver con el fundamento materialista de las relaciones sociales de producción, evitar que ello sea el centro del debate revolucionario en Cuba condena la idea emancipadora de la democracia como prerrogativa determinante de la naturaleza socialista del modo de producción e intercambio.

La idea de la transformación socialista del modo de producción está en la concepción que asume la democracia de las relaciones sociales de producción como la premisa materialista que niega la explotación del hombre por el hombre en la reproducción económica y social de la vida.

La transformación de la contradicción entre trabajo y capital en un par dialéctico que supere el antagonismo entre ambos factores, pasa por la democracia de las relaciones sociales de producción. Esta es la premisa política determinante para la transformación socialista del modelo socioeconómico cubano.

El desarrollo social de la Revolución cubana, he puntualizado, crea el pilar que soporta el desenvolvimiento eficiente de todo sistema socioeconómico. La articulación virtuosa entre la fuerza de trabajo que comporta un alto nivel de educación y condiciones de salud elevadas con el modo de producción no puede darse, sin embargo, bajo la constricción de movimiento en que las relaciones sociales del modo de producción actual mantienen el sistema socioeconómico cubano. La relación cualitativa que hace la diferencia política con el sistema socioeconómico capitalista está en el movimiento económico autónomo de los actores sociales bajo la premisa de autogestión que ofrece la democracia en las relaciones sociales de producción. Es aquí donde puede tener lugar la emancipación del trabajo como condición liberadora de las fuerzas productivas. El derrotero contrario, dado por la apropiación privada de medios de producción y el capital, tal como se introduce actualmente con las políticas reformistas de estirpe liberal, empodera la propiedad privada que en la explotación del trabajo ajeno tendrá su razón de ser la clase burguesa propietaria. La relación costo económico / beneficio social será siempre para esas empresas privadas un par dicotómico.

La plenitud de realización personal y común del trabajo cataliza las potencialidades creadoras de la fuerza productiva viva. Con la democracia de las relaciones sociales de producción, la creación y gestión del capital se galvanizan en el interés por la prosperidad (individual, familiar y comunitaria) que se vincula a los esfuerzos del aporte productivo de los trabajadores libremente asociados fuera del dictad del capital. En estas condiciones la sociedad puede organizarse eficientemente desde abajo, en movimiento económico transversal para producir las condiciones materiales de su reproducción social.

La práctica de la empresa estructurada y gestionada políticamente por el Estado a través de su aparato administrativo, donde el trabajador ha de acudir por un salario que se divorcia del resultado económico de su trabajo, cumplir con lo normado por el planista central y el burócrata apoderado de la gestión, e irse de vuelta al terminar la jornada, no es más que caldo de cultivo de la alienación del trabajo. Tómese la larga historia del ineficiente desempeño económico de la empresa estatal cubana en su funcionamiento bajo la concepción en que se ha concebido. Al Estado le corresponde responsabilizarse con la creación de condiciones materiales y no materiales (de planificación vectorial, gestión y administración por los poderes populares, así como de sustento jurídico y económico-financiero) para que el pueblo despliegue todas sus facultades creativas en pos del desarrollo económico del país y el suyo propio.

Reconocer la emancipación del trabajo como fundamento cultural de las relaciones sociales del modo de producción significa asumir la democracia como el camino en la construcción y desarrollo de la formación socioeconómica socialista. La democracia en las relaciones sociales del modo de producción decide el desencadenamiento social llamado a activar el círculo virtuoso del desarrollo económico sostenible y a lo que ello conlleva: el progreso socio-material integral del pueblo.

El trabajo de productores sin mediación de la relación asalariada del trabajo, democráticamente asociados en entidades económicas autónomas, autogestionadas y autosustentables, tales como las que se conforman bajo los principios solidarios del cooperativismo en las empresas sociales, no puede más que hacerse valer como fundamento materialista de la democracia en el ideario político del Proyecto Socialista.

La cultura del cooperativismo en la producción (material e inmaterial) supone justamente la superación del antagonismo entre la lógica social del trabajo y la lógica reproductiva expropiadora del capital. Esto atañe todo sistema de relaciones sociales de producción asalariadas. En el sentido del momento histórico, constituye la apuesta revolucionaria por la transformación cultural del modo de producción e intercambio que puede estructurar de manera eficiente el modelo socioeconómico.

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Notas

i Ilustradora síntesis cognitiva en el Manifiesto Comunista

ii El reformismo socioliberal capitalista que asumen China y Vietnam ha sido visto menos críticamente en Cuba, especialmente por el hecho de haberse mantenido el poder político de los partidos comunistas.

iii Sobre los “medios de producción”, como inexacta pero tradicionalmente se considera en la economía política marxiana

iv En los últimos mil años, especialmente los 100 precedentes, la concentración de capital, que no puede darse sino a costa del trabajo, crece geométricamente. Consúltese, entre otros, el trabajo de T.Piketty “El Capital en el Siglo XXI”

v A. Smith, “La Riqueza de las Naciones”, Libro I, 1776. “It is not from the benevolence of the butcher, the brewer, or the baker that we expect our dinner, but from their regard to their own self-interest. We address ourselves not to their humanity but to their self-love, and never talk to them of our own necessities, but of their advantages”.

vi Pablo Simón, en: https://www.jotdown.es/2015/10/la-democracia-segun-karl-marx/

vii K.Marx en: “Crítica al Programa de Gotha”, 1875.

viii Referencia en: “Kant y Marx, en la tradición republicana histórica. A la memoria de Toni Domènech”, https://bit.ly/3a4hyGd

ix Referencia en: “El Capital”, Capítulo XIII, https://bit.ly/2QhMD1P

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