VENEZUELA – la Revolución ha dicho basta y ha echado atrás. ¿Qué hacer?. [“Venezuela – the Revolution has said enough and has pushed back. What to do?”].

Dos pasos atrás y el otro también

El pueblo a través del electoralismo de la democracia burguesa a la que sigue atada Venezuela le ha dado un veredicto lapidario a la Revolución bolivariana en la presente emblemática elección presidencial de 2018: ya no somos todos los que estábamos a favor ni convencemos al 70% que no nos sigue. La Revolución a todas luces cae bajo conteo de protección. 

Atenidos al análisis cuantitativo la opción revolucionaria, personificada en la candidatura del Presidente Nicolás Maduro, ha recibido casi un millón cuatrocientos mil votos menos que hace cuatro años, cuando el pueblo en su mayoría ebullía entre la tristeza de la muerte del líder H. Chávez y la convicción en su legado y elegía (en 2013) al Presidente chavista sucesor. Con respecto a la última elección de H. Chávez (en 2012) la pérdida de  seguidores es hoy más de dos millones(!).

Asumiendo la significativa abstención en estas elecciones de 2018 (ca. 50%, estimada como la mayor en la historia electorera de Venezuela) se constata el no convencimiento por el proyecto revolucionario, por el cual ha votado apenas el 27% de los ciudadanos aptos para el voto. Es justo la dimensión del deteriorado desempeño político de la Revolución. Ese resultado indica que la derrota en las urnas se hubiese materializado si la oposición derechista y ultraderechista hubiera dejado de someterse a los torpes designios golpistas de Washington y se hubiese alistado con coherencia política a la participación electoral, como lo hicieron hace 4 años en ese entonces con un candidato incluso de estirpe fachista, poniéndose a la distancia de un par de cientos de miles de votos del propio Presidente N. Maduro, y como lo lograron después en las elecciones parlamentarias (2015) con un amplio margen de ventaja sobre las “fuerzas chavistas”. 

Es decir, la Revolución, el proyecto revolucionaria ha echado atrás. Después de 19 años pierde en confianza popular y no incorpora a la mayoría del pueblo, sin la cual no tiene perspectiva de consolidar el poder ni de proyectarse como revolución socialista. Las fuerzas contrarrevolucionarias desentendidas de las posibilidades de su propia democracia burguesa para retomar el poder, han facilitado lo que puede considerarse una victoria pírrica de la Revolución bolivariana en estas elecciones presidenciales de 2018. Si el PSUV se ha convertido en una “eficiente” maquinaria electoral, ha perdido, lo que resulta un déficit político invalidante, el empuje de fuerza programática e ideológica. La rectificación del rumbo y los caminos se hace imperativa. 

No caben dudas que el Proyecto Político Bolivariano está sumido en una profunda crisis. No es una crisis coyuntural. Es una crisis cualitativa sistémica. El efecto socioeconómico es estructural:

  • La economía no se contrae sucesivamente durante varios años por causas emergenciales, considerando más aún que el entorno latinoamericano muestra una tendencia promedio alcista del crecimiento económico en el último quinquenio. Para ver con nitidez por dentro el problema económico, importa observar cómo un ambicioso y sin precedentes programa de construcción de viviendas populares, cercano ya a los 2 millones, cumpliendo un objetivo social importante, no logra dinamizar a través del efecto multiplicador de las inversiones la economía ni jalar el crecimiento económico. Es un ejemplo fehaciente de que las cadenas productivas y la capacidad de formación de capital bruto en el sector industrial PYME de economía social permanecen atrofiadas.
  • El descontrol total de los precios en una desenfrenada espiral inflacionaria con un destructivo impacto sobre el poder adquisitivo de las familias trabajadoras, la producción nacional y la moral del pueblo es reflejo de un profundo caos de las relaciones macro y microeconómicas, donde saca ventaja la especulación industrial y financiera.
  • El deterioro de los parámetros de seguridad social y alimentaria que se produce a pesar del incremento constante del gasto público en un sin fin de programas superpuestos de ayudas sociales es el reflejo directo del desajuste estructural socioeconómico.
  • La dramática merma de los ingresos petroleros a pesar de la subida de los precios en el mercado internacional apunta al inaudito desmembramiento orgánico y funcional de la industria PDVSA, la principal fuente de divisas (ca. 90%) del país y pilar del financiamiento de los programas sociales. El crach técnico-financiero de PDVSA (a partir del 2014 , justo con el Gobierno del Pdte N. Maduro) junto con la incontrolada fuga de capitales carcomen las reservas internaciones del país de manera inconcebible y peligrosa, puesto que hace seriamente vulnerable la moneda nacional.

Que tal deterioro de la macro y la microeconomía con tan severo impacto social se haya desencadenado de facto en apenas 4 años, indica que la política económica y social del proyecto revolucionario ha escoreado hacia un camino de claro y comprometedor desacierto. No es posible reducir las causas de tal estado de cosas al ámbito tecnocrático.

El empantanamiento institucional con el logro de una Asamblea Nacional Constituyente que no logra definir y proponer al pueblo para su sancionamiento la Constitución Socialista que establezca el marco de la revolución socialista democrática y con ello se asuma el reto de la transformación del capitalismo de estado y la sociedad clasista que lo sustenta, sumerge al país, más allá del cese de la violencia callejera logrado, en la anarquía política bajo un poder constituyente emergente en pugna con el poder constituido y considerado “en desacato”. Promulgar la nueva Constitución constituye prioridad puesto que abre paso a nuevas elecciones parlamentarias y al estabecimiento de una AN del poder popular legítima. Retener la Presidencia del Estado y el Gobierno sin ganar el marco constitucional que defina y legitimice la transformación socialista del estado apunta al arbitrio reformista y al camino de la convergencia, tal como ya se escucha en las declaraciones del Presidente reelegido – en el espíritu del voluntarismo de la gestión bajo el llamado a un gobierno de reconciliación nacional.

La fuerza del interregno gramcista está jalando el proyecto revolucionario hacia lo que debía estar muriendo, no hacia lo que debería estar naciendo. Puede afirmarse que el Proyecto ha perdido la brújula socialista que había orientado H. Chávez en su magisterio teórico y su creación heroica programática. Y es justamento ello lo que ha lastrado la fuerza revolucionaria del Proyecto bolivariano, contrariamente al debilismo de la campaña ideológica de las derechas propia y foráneas que enarbolan el conocido deseo de que “el socialismo no funciona”. Un debilismo de las burguesías y oligarquías dominantes asustadas porque el 99% de la población mundial lo que está padeciendo y denunciando a gritos es que el capitalismo realmente existente es lo que no funciona. 

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¿Qué hacer?

Habiendo irrumpido en 1989 con fuerza humana reparadora inusitada en Venezuela, la revolución social que lo logra, no  obstante, no puede tomarse por revolución socialista. Porque esta no se da sin superar la democracia burguesa propia del modo de producción e intercambio capitalista.

La revolución socialista es el arrojo democrático de cambiar de raíz el carácter del modo capitalista de reproducción social y reproducción del capital. Si ya entonces Lenin observaba la necesidad del capitalismo de estado como un puente entre el triunfo del poder popular sobre el burgués y el paso hacia el socialismo, ese estado de la materia política no dejaba de entenderse como la negación dialéctica del capitalismo en sí. Habiéndose tomado el poder del estado, la necesidad de la suma cuantitiva de fuerza asume el cambio de la acumulación privada de capital por la acumulación estatizada. Lo que no podía ni puede pensarse es que ese capitalismo de estado – justo el estado de esa materia en que se regodea Cuba y se adentra Venezuela (ver nota 1) – tiene algo que ver con el socialismo.

Superar el interregno político del capitalismo de estado significa ir hacia el cambio de paradigma de la acumulación de capital. La propiedad privada sobre el capital crea acumulación privada, la propiedad social crea acumulación social de capital. La propiedad estatal no crea acumulación social de capital. Este es el horizonte del cambio cualitativo a la luz del materialismo dialéctico.

La acumulación cuantitativa  propia del capitalismo de estado en la teoría revolucionaria del cambio se asume para propiciar los cambios cualitativos del sistema. Permanecer en el interregno demarcado por el capitalismo de estado sin un programa de acción táctico-estratégico claro (ver análisis sobre el problema en Venezuela, notas 2 y 3) para salir de él y fijar una proyección socialista consecuente es contrarrevolución, puesto que se dejan las condiciones que hacen germinar, como las malas yerbas, las relaciones sociales capitalistas. Esa ha sido toda la historia de la bancarrota de los procesos socialistas europeos y asiáticos instalados después de la II GM. Hoy todos y cada uno, después de decenios en el embarazo de la revolución socialista, bajo sistemas capitalistas.

La gestación de la revolución socialista no puede durar mas de los “9 meses” porque entonces la era no parirá el corazón. Dará a luz una criatura atrofiada, pasada de tiempo inhabilitada para poder crecer con fuerza transformadora. El pueblo se hará verdaderamente revolucionario en la medida que entienda en qué consiste el auténtico parto. El parto de una nueva cultura de las relaciones sociales y económicas se gesta en la transformación perseverante del sistema de relaciones socioeconómicas del modo de producción e intercambio capitalista. Quitarle la “r” a la R-evolución (idea echada a andar por el cantaautor Silvio Rdez) para verla sosobrar en el interregno político es el claro llamado a la contrarrevolución del pensamiento adherido al viejo orden cultural burgués.

Es sintomático que las revoluciones de izquierda no aprendan entre sí. Las revoluciones sociales habidas no llegan a proyectarse en la revolución socialista necesaria. Es lo que corrobora después de 55 años de bregar el Proyecto Político Cubano, sobre lo cual hemos empeñado no poco esfuerzo en el análisis marxiano y comprometido del problema. Sin embargo, el debate democrático revolucionario con el pueblo sobre el socialismo no se abre camino ni en Cuba ni, como constatamos, en Venezuela. Venezuela, como Cuba, no puede darse el lujo de perder. Porque en ello le va la vida al socialismo, a la posibilidad del precedente paradigmático que por su éxito cambie el curso de la historia universal moderna, la historia del capitalismo en la tierra.

Las buenas intenciones del Presidente de la República reelegido, del equipo de gobierno central y el poder geopilìtico ahora expandido en casi todos los niveles institucionales, así del PSUV, en tanto partido de la Revolución, son una condición necesaria, pero no suficiente. De buenas intenciones, sabemos, se empiedran los caminos. El voluntarismo de Gobierno, todo lo que ha demostrado la conducción del país por la gestión presidencial desde 2014 es, por naturaleza y efectos, contrarrevolucionario. El abordaje científico político del problema del modelo de desarrollo socialista y los derroteros de su marcha, sus caminos, no puede soslayarse so pena de hacer del fracaso una muerte anunciada.

La crisis socioeconómica venezolana obedece a factores estructurales internos. Estos caen en contradicciones agudas justo a partir de 2014, momento hasta el cual el capitalismo de estado emergente a partir de 1989 mantenía equilibrios macroeconómicos  relativos y pujanza en el pago de la odiosa deuda social acumulada contra el pueblo en más de un siglo de gobiernos burgueses y oligárquicos. El asedio enemigo externo esencialmente del imperialismo yanqui contra la Revolución es un agravante que nunca ha dejado de existir. Ha sido particularmente violento en tiempos de la presidencia y gestión del Líder H. Chávez, con golpe de estado y agresivo sabotaje petrolero por medio.

El efecto negativo de la agresión externa es mayor para el sistema que no está en condiciones de optimizar su funcionamiento interno. Las entradas al sistema en términos cibernéticos son mal digeridas por el mismo. Tal como sucede con el bloqueo económico yanqui en el caso de Cuba. El factor político heterónomo beligerante multiplica su efecto negativo en la medida que el sistema es más ineficiente estructural y orgánicamente. El sistema socioeconómico no es inteligente, ha sido incapacitado por una cadena de decisiones políticas de las fuerzas dirigentes para auto aprender y desarrollar una espiral cualitativa ascendente de progreso. Un círculo virtuoso de desarrollo transformador. 

El estado de la burocracia se hace con el poder en el capitalismo de estado. La democracia deja de ser el camino hacia el socialismo, para desconsuelo de Marx y el atolladero del proceso revolucionario.

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La fuente primaria de la democracia, la igualdad de todos los miembros de la sociedad con respecto al trabajo y al capital, cierra sus conductos cuando la producción social de los medios y las condiciones de vida siguen siendo objeto de apropiación privada o burocrática, entes dententores del capital. No hay protagonismo social de la participación que valga. Porque no hay real empoderamiento popular, el sujeto revolucionario es una ficción. No puede existir dicho sujeto, pilar de la revolución socialista, puesto que su estado de alienación por la sumisión al capital a través de la relación del trabajo asalariado y la normatividad verticalista del capitalismo de estado determina el carácter enajenado de su participación. Todo lo que se diga intentando devaluar este análisis sobre las claves sistémicas que invalidan la emancipación, el desarrollo económico sostenible y el progreso social es falacia burguesa contra el socialismo.

Los que piensan que de lo que se trata es de “pan y vino”, y no de “peroratas marxianas”, han de saber que la contradicción antagónica entre la apropiación privada del capital (o particular por el estado)  y el valor social del trabajo que lo crea, estará negando la esencia de la democracia y creando ad nauseam el “pan y el vino” de hoy con el hambre para mañana. El hambre de las mayorías. No hay que sentar cátedra para demostrarlo. El l.q.q.d. está a la vista en todas las latitudes del planeta capitalista.

La revolución socialista muere en su embrión cuando se reduce a la repartición del “pan y los peces”, por el contrario, toma sentido y se hace políticamente viable cuando transforma el modo capitalista de producción y distribución en pos de la democracia congénita al socialismo. Este es el debate por el socialismo en Venezuela y en Cuba. El precedente de éxito depende de ello.

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[l.q.q.d. = en matemática, lo que quería demostrar]

(1) “Venezuela y Cuba: el error que cuesta la vida a la Revolución”  https://robertocobasavivar.wordpress.com/2017/08/27/venezuela-y-cuba-el-error-que-cuesta-la-vida-a-la-revolucion/

(2) “Venezuela. Nueva Economía. Estabilidad financiera, neutralización de la inflación, sustentabilidad ambiaria” 

https://robertocobasavivar.wordpress.com/2017/10/15/venezuela-nueva-economia-estabilidad-financiera-neutralizacion-de-la-inflacion-sustentabilidad-cambiaria-2/

(3) “Venezuela. Hacia el mercado socialista” 

https://robertocobasavivar.wordpress.com/2017/11/07/venezuela-fin-de-la-inflacion-la-especulacion-cambiaria-y-el-desabastecimiento/

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